Una sonata para ti by Erika Fiorucci

Una sonata para ti by Erika Fiorucci

autor:Erika Fiorucci [Fiorucci, Erika]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-16T16:00:00+00:00


Capítulo 11

Andras no durmió mucho esa noche. Su dificultad para conciliar el sueño no tenía nada que ver con alguna fantasía sobre la piel de Sorel o con la evocación de los sonidos que emitía mientras él la penetraba. No era eso lo que lo mantenía tan ansioso. Simplemente estaba lleno de una adrenalina que parecía quemarle la piel desde dentro en un infructuoso esfuerzo por liberarse.

Por eso trabajó.

Terminó el borrador del primer movimiento de la sonata que estaba componiendo y comenzó el segundo. Si bien la primera parte hablaba de esa Sorel divertida y fresca, que lo hacía reír como un niño, la segunda evocaba la forma en que habían hecho el amor. Apasionada sí, pero con la ternura que las primeras veces implican, con ese descubrimiento y sorpresa que la inocencia, tanto entregada como recibida, suele generar cuando hay buenas intenciones. En términos musicales, el primer movimiento era un allegro y el segundo un adagio.

Como un vaso lleno en el que se sigue vertiendo líquido, la inspiración de Andras parecía desbordarse. No podía parar de escribir y continuó haciéndolo incluso al día siguiente, entre una clase y otra, durante la hora del almuerzo, también mientras esperaba que Sorel, tarde como siempre, llegara.

—Eso es realmente muy bonito.

Cristóbal estaba recargado en el marco de la puerta. La concentración de Andras era tanta que no lo sintió llegar, pero ahora que lo veía no podía negar que la expresión en la cara de su amigo, esa mirada perdida mientras se frotaba el labio inferior que solo exhibía cuando algo realmente le llamaba la atención, le causaba cierto orgullo.

Ese tipo de interrupción no lo molestaba. Por el contrario, le hacía saber que, como siempre, estaba alcanzando el objetivo que se había propuesto y todo parecía indicar que el resultado sería brillante.

Se lo debía a Sorel.

—Veo que fue acertada mi decisión de poner a la señorita Anglin de última en tu agenda. Cuando ella no aparece, al menos tienes la opción de hacer algo productivo con ese tiempo.

Escuchar a Cristóbal hablando de Sorel en esos términos le dio un giro de ciento ochenta grados a sus emociones. La bienvenida interrupción de su amigo comenzaba a irritarlo, pero si antes no había dejado que esa molestia se reflejara demasiado en su cara, ahora que de verdad tenía algo que ocultar, iba a hacer un tremendo esfuerzo por disfrazarla.

—Ya llegará. —Andras sonrió y el gesto no fue fingido, estaba tratando de adivinar qué extraño atuendo llevaría.

—Lo dudo. —Cristóbal comenzó a caminar hacia él antes de echar una mirada significativa al reloj—. Casi van a ser las cuatro de la tarde.

Andras miró confundido hacia el aparato. Estaba tan concentrado en su trabajo, el que ahora implicaba pensar en Sorel mucho más que antes, que no se había dado cuenta de la hora.

—Ayer no se sentía bien, es probable que esté enferma. —Se esforzó en sonar desinteresado aunque lo que quería era protestar como un chiquillo diciendo «ella prometió que vendría».

—Tengo conocimiento de que la señorita Anglin asistió regularmente a sus otras clases de hoy, lo cual, debo decir, es un comportamiento inusual.



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